[Educación Inclusiva] El acoso escolar a personas ciegas

Sussan Leiva suale.rey en gmail.com
Sab Jun 24 11:54:24 CEST 2017


                Hola, antes que nada me presento, soy Sussan Leiva y, si
bien no me gustan las listas de correo porque uno se llena de mensajes que
casi nunca lee, cuando vi de qué se trataba esta me suscribí porque toca
temas muy interesantes y uno nunca sabe cuándo pueda necesitar ayuda u
ofrecerla.

                Ahora paso al asunto de este mail: mi educación se divide
en tres partes: la escuela de ciegos (de primer a cuarto básico), la
escuela integrada de quinto a octavo en Argentina y la secundaria que hice
en Chile.

                De primero a cuarto siempre fui parte del grupo, mi curso
era unido, aunque a veces nos peleábamos y otras veces no. Por lo general
me molestaban por mi forma de hablar: me decían pituca, creída, agrandada.
Pero yo no les hacía caso porque tuve una maestra muy buena que me
explicaba que lo que ellos veían como agrandada era mi forma de hablar, que
siempre fue distinta por tener un padre argentino que se preocupaba de que
no pronunciara las ch como sh. Así que entendiendo eso aprendí a ignorar, y
luego ya nos hicimos amigos y tuve un grupo precioso.

                Mi segunda etapa, en argentina fue un poco más difícil.
Quinto lo hice de forma libre, porque había un vacío enorme de contenidos
entre la escuela de ciegos y la escuela normal, así que me enseñaron todo
lo que no sabía para que en sexto pudiera ir a la par con mis compañeros.

                Sexto empezó bien, tenía un grupo de amigas, pero yo no me
adaptaba al país, me sentía sola, sentía que nadie me entendía y los juegos
de mis compañeros eran muy, muy visuales. Así que de a poco me fueron
aislando porque corrían cada vez más y yo me fui aislando porque el juego
al que jugaban no me gustaba. Entonces más que bulling, fue solo una ley
del hielo que, para mí, que siempre fui sociable fue una tortura.

                Lo que hacían mis compañeros era correr persiguiendo a las
chicas, y los chicos iban detrás, cuando tomaban una niña, la encerraban en
el baño de los hombres y la manoseaban lo más que podían.

                Yo empecé a escribir poesía, y ellos empezaron a hablar de
mí a mis espaldas. De a poco las invitaciones de cumpleaños dejaron de
llegar y yo me quedé sola. Empecé a juntarme con los chicos de sexto a, así
que al año siguiente me cambiaron de curso. Y descubrí que en este curso el
tema era peor: no solo se tocaban, si no que besaban a la fuerza, todo el
mundo salía con todo el mundo y las chicas medio se odiaban medio se
querían por causa de los dos Matías que habían en el curso que actuaban
como si todo el curso fuera su harén.

                Así que me dediqué a estudiar y tener buenas notas, pero no
tenía grupo de estudio, ni amigos (salvo una chica que era mi amiga fuera
de la escuela), ni nada. Era cosa de ir a estudiar en la mañana, volver a
casa a la tarde y llorar.

                Octavo lo hice en otra escuela, donde me dije que no me
preocuparía tanto por estudiar. No lo logré porque me encanta hacerlo y
porque, aunque no pusiera atención, luego sabía las respuestas igual. En
ese curso tenía una amiga que era estilo Hermione, lo sabía todo, hacía
todos los trabajos y era horrorosamente honesta; y un grupo de 4 chicos que
eran los peores alumnos del curso, o así decían los maestros. Pero yo lo
pasaba bien con ellos, y como no querían estudiar me dictaban lo que estaba
en el pizarrón sin problemas. De a poco fuimos integrando a la niña traga,
como se les llama a esos chicos en argentina, al grupo y logramos un
equilibrio. Me agarraron soplando a compañeros, nos agarraron escapando de
clase, pero nunca me suspendieron porque tenía buenas notas, y porque mis
dos amigos del grupo me defendían y cada macana que hacía yo, se la tiraban
ellos encima…

                Cuando cumplí los 15, 6 niñas me fueron a buscar a casa y
me tiraron huevos y harina como es costumbre y lo pasé muy bien, creo que
ahí sí que era parte. Y agradezco mucho a mis papás que me hayan escuchado
cuando tuve problemas y que buscaron la solución para poder seguir.

                En chile todo fue distinto: entré a clase en primero y
nadie me hablaba porque me encontraban agrandada, creída, argentina al
pedo. Se burlaban de mí por mi acento y me metían papeles en la máquina de
escribir. Una vez, una chica me dejó un incienso prendido al lado de la
nariz (porque sabía que yo era alérgica) y cuando me dormí porque se me
hinchó la nariz por dentro, un compañero se puso a tocar batería en la mesa
donde yo dormía.

                Sabía que acusar a los profesores no serviría de nada,
porque dirían que son cosas de niños, que son bromas y todo eso. Así que me
puse a pensar qué hacer para cambiar las cosas:

                Primero fui contra el profesor de física que no me quería
tomar exámenes por ser ciega. Solo quería aprobarme con la nota mínima para
que él pudiera hacer su clase con los demás. Una vez lloré frente a él
porque no me daba ni cinco de bola cuando le hacía preguntas. Como la
situación siguió sin cambios, antes de que cerrara el semestre fui con mis
padres a la Unidad Técnica Pedagógica, donde le hicieron hacerme una prueba
que englobe todos los contenidos de la asignatura.

                Cuando llegué al aula, el profe me dijo: “¿Fuiste a UTP?”.
Le respondí que sí, y cuando me preguntó por qué, le dije: “porque usted no
me veía en clase, y cree que los ciegos estamos pintados y no queremos
aprender. Yo no estoy pintada, copié todo el cuaderno de mis compañeros y
quiero la nota que yo me merezca”.

                Me hizo la prueba y la aprobé con nota máxima, con lo que
me gané la admiración del profesor, pero mis compañeros se volvieron más
agresivos.

                Cuando volvieron a meterme un papel adentro de la máquina,
me paré delante de todos (previamente le pedí permiso al profesor). Y
pregunté que quién lo había hecho, les dije que sabía que eran bromas, pero
que me iban a romper la máquina, y que yo no tenía como repararla. Que
quién la rompiera la iba a pagar y, que si nadie era, iba a traer al señor
Rojas (que era el inspector general).

                La verdad es que esperaba asustarlos, porque sabía que no
iban a prestarme atención por algo que ni sabía quién era, así que me quedé
ahí, parada y seria. Hasta que un compañero levantó la mano y dijo: “yo
fui, perdona”. entonces le respondí: "gracias, solo quería saber". Eso lo
hice porque mi tío decía que la humillación en público era más efectiva que
la venganza, y necesitaba que dejaran mi máquina de escribir en paz.

                A los que me despertaban cuando me dormía o a los que me
pegaban o me tiraban el pelo les empecé a pegar, a pellizcar la mano o a
decir: “ya, otro inmaduro que no sabe cómo llamar mi atención…”. Sabía que
era creído y agrandado, pero tenía que terminar con el bulling. El curso
era lindo, y esos chicos me gustaban cuando no andaban en plan idiota.

                Al año siguiente me hice amiga de un grupo de 6 chicos, 4
chicos y dos chicas que eran los tranquilos del curso. Siguieron haciendo
bulling, pero era un bulling a los 6, que de a poco fuimos usando para
reírnos, y nos fueron aceptando. Una de las niñas que más me odiaba en el
curso también se hizo mi amiga. Pasó que su mejor amiga era la que me
odiaba, y cuando ella se cambió de colegio, la otra empezó a ser mi amiga.
Me enseñó a depilarme las cejas, me arreglaba las uñas, y yo la escuchaba
hablar horas y horas del señor de los anillos.

                Luego, por motivos familiares, nos fuimos a vivir a otra
ciudad, donde me inscribieron en un colegio en el que me discriminaban
desde la dirección. Me tenían en un curso para chicos con problemas de
aprendizaje, porque significaba dinero una chica ciega y con retardo
mental. Así que, como las conversaciones con mis padres y con la dirección
no funcionaron nunca, me tomé medio año sabático y volví a mi ex colegio.

                Como repetí el año por inasistencia, me tocó asistir a un
curso en que ya había una compañera ciega. A mí no me tomaban en cuenta
porque era repitente. Y yo, cada vez que tocaba el timbre me iba a molestar
a mi grupo que ya iba en cuarto. Pero sin saber cómo de a poco me hice
parte y no hubo bulling en ese año. Supongo que gran parte tiene que ver
con que había otra chica ciega antes que yo, y ella era como su chica, la
niña de ese curso; fue una experiencia linda. Salvo cuando uno de los
niños, le quitó el bastón a mi compañera y le subió el vestido del uniforme
hasta la cintura. Ella se sintió pésimo, así que agarré a mi compañera del
brazo y la llevé con el Sr Rojas y acusamos al chico. A él lo llamaron y lo
suspendieron por tres días.

                Después me dijo el chico que no había querido subírmelo a
mí porque sabía que lo iba a acusar, pero que no se había imaginado que iba
a saltar en defensa de mi compañera. Le dije: ya ves que sí. Y, contrario a
lo que pensé, la experiencia sirvió para ser más parte del grupo. Muchos me
decían que se me pasó la mano con el pobre c; a lo que les decía: ¿y la
pobre M? que no supo de donde le llegó una levantada de Jumper? A lo que
decían que tenía razón y todo bien.

                En cuarto nos dividieron, y empezó otra vez el bulling pero
de un solo compañero. Primero, a mi curso lo dividieron porque hubo muchas
malas notas, y en mi curso nuevo había muchos hijos de profesores y niños
que se las daban de que lo sabían todo.

                Una me dijo que no tomara apuntes porque ella era la mejor
del colegio e iba a perder el primer lugar en historia y en biología. Le
dije que en biología no lo dejaría, porque el profe era muy exigente, y si
me veía sin hacer nada iba a tener problemas. Luego que en historia dejaría
de copiar, siempre que ella me prestara su cuaderno para tomar apuntes
después. Me reclamó porque dijo que sus apuntes eran de ella, a lo que le
dije que mi nota era mía. Accedió, y así ella mantuvo su promedio y yo,
subí la nota de historia (que nunca me gustó).

                Por último y ya los dejo, tuve un compañero, también en
cuarto, que me quitaba las cosas y me las mordía, a lo que yo las tiraba a
la basura, porque me daba asco. Ahí, no sé por qué no le dije nada, me daba
mucha impotencia, mucha frustración. Me sentía violentada, y me daba mucha
vergüenza ir a hablar con el rojas, porque solo con una torcedura de muñeca
me quitaba lo que yo comía y me lo mascaba… ¡era asqueroso!

                Un día un compañero, muerto de la risa me dijo: sabes quién
es? Y le dije: sí, es Gonzalo. Éste preguntó: ¿y cómo sabes? Yo respondí:
porque es el único picante abusador de mierda que le roba comida a una
mujer ciega porque ella no lo ve y porque tiene menos fuerza; es un hueón y
un grosero de mierda que me repugna.

                No sé de donde saqué coraje, me dio mucho asco, nada más.
Los chicos que ahí estaban se rieron de lo que yo dije, y él dejó de
hacerlo, pero ahí me terminaron de hablar completamente. Salvo la hija del
profe de filosofía y un chico que era muy, muy estudioso. La verdad es que
ahí ni me calenté en integrarme de nuevo, simplemente iba a estudiar, a
hablar con personas de mi curso anterior y a hacer los trabajos que, por
suerte, nunca me faltó compañeros.

                Escribiendo mi historia, me doy cuenta de que fue mucho más
suave que muchas otras que leí; pero aun así me hizo desconfiada, demasiado
frontal, demasiado directa, lo cual no siempre es bueno. Pero también me
ayudó a confiar en mí, a saber que no importa lo que te hagan, siempre uno
se puede levantar y seguir.

                Cosas que me olvido, cuando tenía el curso en contra me
refugiaba en la biblioteca. No hacía nada, solo me ponía a charlar con la
bibliotecaria. O me iba a inspectoría a charlar con el sr Rojas. El profe
de física, después de que luché por mi sitio también me quiso, y me llevaba
la máquina cada vez que me veía por ahí. Y siempre me hice amigos de otros
cursos que me ayudaron mucho cuando me sentí sola en el colegio. Pero lo
extraño es que no vi todo esto hasta que me senté a escribirlo para
contárselos a ustedes. Muchas gracias Jose por haber abierto este hilo,
para que podamos expresarnos, porque de lo contrario jamás habría visto
todo esto de la forma en que ahora lo veo.

-- 
Sue
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