[Educación Inclusiva] El acoso escolar a personas ciegas

Iván Novegil C. ivan.novegil.cancelas en gmail.com
Lun Jun 12 22:05:11 CEST 2017


Pues yo no he teniido problemas como los que tú cuentas, por suerte. Llevo 13 años en el mismo colegio concertado (y católico) y no he tenido casi problemas. Excepto alguno que se pasó de listo en la época de gilipollas de 3º de la ESO, al que le dejé bastante clara mi posición por Twitter (se borró en la limpieza que hice hace poco), nada más. Creo que al final esta persona en cuestión se ha dedicado a tocar las narices a otra gente que no soy yo, aunque no lo tengo demasiado claro, quizás haya cambiado (*risas de fondo*). Supongo que también influirá el estar con casi los mismos compañeros desde hace mucho tiempo.
el año que viene a ver cómo evoluciona la cosa. Si es a peor, siempre me queda pensar que son solo 2 años y que la orientadora parece bastante coherente. Además en ese instituto ya tuvieron a un ciego antes, o sea que por parte de los profesores no creo que haya inconvenientes tampoco, que yo sepa el alumno en cuestión no se ha quejado más que de la ONCE, contra la que emitió un correo bastante cabreado respecto de unas transcripciones para su grado de ingeniería informática en UVigo, seguro que los gallegos de por aquí lo recuerdan, que se difundió bastante. La verdad es que me pregunto dónde se habrá metido este sujeto, porque no se tiene constancia en el tiflomundo de él desde hace bastante tiempo, y siendo ingeniero informático raro me parece. Eso sí, por aquí sigue su familia que por el momento no lo ha dado por muerto, es más, dice que acabó su grado y todo bien.

Saludos.

El 12 jun 2017, a las 21:00, José Manuel Delicado Alcolea <jmdaweb en gmail.com> escribió:

Hola a todos, queridos miembros de educación inclusiva.
Antes de nada, os aviso: en el asunto pone personas ciegas, no personas con discapacidad. En este sentido, de otras discapacidades no entiendo, y de otras historias tampoco, sólo de la mía.
Hoy me gustaría tocar un tema que influye directamente en la calidad de nuestra educación: el acoso escolar. Es un tema bastante espinoso del que nadie se atreve a hablar, bien sea por miedo, por vergüenza o porque ha tenido la suerte de no vivirlo. Sin embargo, ahora se está poniendo de moda con todo esto de los protocolos, las medidas que no funcionan, los suicidios que han provocado que se haga todo lo anterior, etc. Porque sí, tenemos que llegar a hablar de suicidios y palizas grabadas y subidas a las redes para que se empiecen a tomar medidas contra el acoso.
El acoso escolar es más frecuente de lo que parece, y más en nuestro colectivo. Con frecuencia, con mucha frecuencia, se confunde con "cosas de críos" o "bromas".
Escribo este hilo porque me gustaría que compartiéseis vuestra experiencia, si la tenéis. Hacedlo sin miedo, contarlo es el primer paso. Me gustaría también que diéseis vuestra opinión al respecto, tanto si habéis sufrido acoso como si no. Por supuesto, las soluciones a los problemas también son bienvenidas. ¿Os ayudaron? ¿Conseguísteis resolverlo por vosotros mismos? ¿Habéis tenido una infancia normal y corriente y pensáis que estoy loco y este hilo no tiene sentido?
Como quiero predicar con el ejemplo, os voy a contar mi historia.
 
Mi época oscura comenzó a finales del 99, teniendo yo 8 años, y 8 años duró. Mis padres me habían cambiado a un colegio concertado, donde la calidad de la educación era más alta y había disciplina y orden, cosas que faltaban en el  público donde había comenzado a hacer primaria. He de decir que aunque con los años ha ido descendiendo, la calidad educativa fue buena. Sin embargo, la relación con los compañeros no tanto.
Durante los primeros 3 años la cosa no fue mal. Tenía amigos con los que me llevaba bien, compañeros con los que no, y podría decirse que disfrutaba de la infancia como la mayoría. Tenía mis peleas, eso sí, y un carácter peculiar que me trajo más de un disgusto. Sin embargo, todo se torció al llegar a 6º de primaria.
Ya en 5º tenía disputas con bastantes de mis compañeros, y me metí en una espiral descendente que culminó con la llegada de un par de repetidores en 6º. Los repetidores, si llegaban tan pronto, estaban muy mal vistos. Ser repetidor en aquella época significaba que, aparte de sacar malas notas, eres conflictivo. Y efectivamente, estos lo eran. Sin embargo, y a pesar de que me daban miedo, dejé a un lado esos prejuicios e intenté relacionarme con ellos. Por supuesto, la cosa no fue nada bien. Primero comenzaron siendo pequeñas burlas. Me daban collejas, leves tirones del pelo, o simplemente me tocaban sin mi consentimiento los brazos o la cara, para después retirar la mano rápidamente y reírse. Como imaginaréis, cuando yo iba a responder ya no estaban allí. El resto de mis compañeros, al ver lo divertido que era, se fueron sumando con el paso de los días.
Pensad en la sensación. Es humillante, ¿no? A mí me resultaba así. Se aprovechaban de mi discapacidad visual, no estábamos en igualdad de condiciones. Eso hacía que me cabreara y me defendiera de una forma un tanto agresiva, lo que  llamaba la atención de los profesores. Según decían, la culpa era mía. Por lo visto yo era muy agresivo, y ellos sólo "me gastaban bromas" a las que "no me acostumbraba". ¿Cuándo dejan de ser bromas para convertirse en acoso?
La respuesta a esta pregunta no tardó mucho en llegar, ese mismo año. Una mañana, salí al recreo con un amigo con el que hablaba frecuentemente. Me dijo: "Jose, te tengo que llevar a un sitio, y lo siento mucho, porque si no te llevo voy a cobrar yo". Me llevó a una zona apartada del patio, donde comenzaron a lloverme patadas y collejas por todos lados. No eran dañinas físicamente, pero por suerte los profesores intervinieron esta vez a mi favor, aunque quedó como un hecho aislado.
Los días pasaban, y los problemas seguían. Tirones de pelo, la mochila me desaparecía misteriosamente, y yo me iba volviendo cada vez más agresivo, tras pedir ayuda una y otra vez mientras los profesores me ignoraban. Pero bueno, cuando llegué a 1º de la ESO, dejaron de hacerlo! Menos mal, ¿no? Pues no.
Un buen día, tras una multitudinaria pelea, una de las profesoras me dijo que por cada lío en el que me metiera suspendería un examen. Lió a mis padres para que firmaran unos papeles que lo autorizaban, haciéndoles creer que eso era bueno para mí. Y claro, a estas alturas sería normal preguntarse: ¿qué hacías todavía en el concertado? Pues nada, que seguramente el mundo público sería peor, que cómo me iban a sacar de ahí.
La medida no se hizo esperar: poco tiempo después saqué un 9 en un examen de lengua, que se convirtió por arte de magia en un 4. Mis compañeros, por su parte, habían decidido innovar: ahora me golpeaban la cabeza contra la pared más cercana (cuando estaba cerca de una), me pintaban las manos con bolígrafos y lápices, y me pinchaban con portaminas, de esos ultrafinos. La sensación es muy parecida a la de la aguja de un análisis de sangre. ¿Y qué hacía yo? Poner buena cara, sonreír siempre y... aceptar los hechos como normales. Exactamente lo que jamás se debe hacer. Con los años, mi nivel de expresión oral fue descendiendo (y los que me hayáis conocido en aquella época lo sabréis o ataréis cabos), pero mis notas se mantenían altas. Supongo que por eso nunca saltaron las alarmas.
Allá por 3º de la ESO, los profesores intentaron remediar la situación a su manera: "Si os metéis con él, os pongo un parte". Consecuencias: "Mira Jose, pasamos de ti, que nos van a poner un parte".
En 4º de la ESO terminó el acoso, mis compañeros estaban madurando por fin. Como yo me había quedado hecho un desastre, al acoso le siguió el vacío. Me daba exactamente igual estar rodeado de compañeros, estaba siempre solo.
La historia tiene final feliz, y lagunas; cientos de miles de lagunas. De aquellos años recuerdo poco, dicen que el cerebro tiene mecanismos de defensa que se encargan de eso. Tuve más problemas, más heridas y más exámenes suspensos a la fuerza. Cuando acabé la secundaria en el 2007 fui a hacer bachillerato a un instituto público, donde me convertí en uno más de la clase, y uno más de un numeroso grupo de amigos. Desde entonces no he vuelto a tener problemas, y cada vez que los he visto acercarse los he resuelto de la forma más pacífica y diplomática posible.
Y esto, amigos, es a grandes rasgos un resumen de algo que jamás debería volver a repetirse en ningún colegio o instituto, con ningún ciego o vidente. Lo he pasado fatal mientras abría el baúl de los recuerdos para contaros esta historia, porque no es plato de buen gusto. ¿Y secuelas? ¿Quedan secuelas? Físicas, por suerte, no. Psicológicas... sí, pero no me meteré a contar cuáles. Hace ya 10 años que acabó aquello y no creo que tengan cura. Simplemente os diré que a veces aún tengo pesadillas.
En la tele nunca vemos este tipo de acoso, al que he decidido llamar acoso por desgaste. Sólo vemos los extremos.
 
Ahora es vuestro turno. Os toca hablar, y me gustaría que lo hagáis igual que lo he hecho yo.
Un saludo.
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